martes, 29 de agosto de 2017

La cita

Detuvo su auto cuando la luz del semáforo dio el rojo. Aprovechó la pausa obligada del momento para acomodar el espejo retrovisor, revisó que el delineador de ojos no se hubiese corrido y que el labial fresa siga resaltando sus carnosos labios. Si bien no le extrañó demasiado que su novio la haya convocado tan repentinamente a un encuentro, después de todo el muchacho solía ser una caja de sorpresas, tenía muchas incógnitas por el motivo de aquella misteriosa cita. En su mente comenzaron a divagar las ideas más dispares, tal vez su novio quería formalizar la relación, eso era factible, hacía unos años que habían iniciado el noviazgo y pensar en juntarse no sería ninguna locura, él tenía un buen pasar económico, ella trabajaba y estudiaba a la vez, el proyecto de vivir juntos venía madurando. Alguien de atrás le tocó bocina haciéndole señas para que mueva su auto, el semáforo había cambiado de color hacía varios segundos.
Continuó con su marcha hacia el lugar acordado, las dudas seguían invadiendo su cabeza, ¿Para qué me habrá citado? ¿Por qué no me lo dijo por teléfono? ¿Qué necesidad de encontrarnos tan lejos? ¿Y por qué tanta insistencia en la puntualidad? Entonces se le ocurrió que tal vez él querría terminar con la relación, era una posibilidad, buscar un ambiente distante, ninguno de esos lugares donde solían encontrarse para pasar buenos momentos. ¡Por supuesto, tenía que ser eso! él ya se habría cansado de este noviazgo. Recordó una pelea que habían tenido hacía sólo unos días, pareció nada serio en ese momento, pero al traerlo a su memoria se detuvo en los pequeños detalles, recordó cuán molesto se sintió él y cómo habían discutido. Pero después se reconciliaron de la mejor manera, entonces no, no podía ser aquella discusión un motivo para terminar la relación. Su corazón comenzó a angustiarse y a medida que conducía con destino al lugar la ansiedad crecía más y más.

Apenas faltaban unos pocos metros para llegar a aquella esquina donde la había citado que una aglomeración de autos no permitió que continuase con su marcha, pensó que se trataría de un embotellamiento pero pronto descartó la idea, la presencia de luces rojas y azules indicaban que se trataba de un accidente, ¡Justo en el lugar del encuentro! ¡Qué complicado sería ahora encontrar a su novio! Se detuvo detrás de la gran cola de autos que tocaban bocina reclamando por el paso bloqueado, sacó su celular y lo llamó por teléfono para preguntarle si ya había llegado; pero el muchacho no contestaba, sonaba y sonaba, pero nada. Comenzó a inquietarse, entonces decidió bajar del auto y dirigirse de a pie hacia el punto de encuentro. Veía a la gente alborotada y curiosa en sus autos, escuchó que se había producido un choque trágico. El sonido de las sirenas y las luces de una ambulancia marcaban el drama del momento.
Una profunda expresión de horror reflejó el rostro de la muchacha al ver que el auto accidentado no era otro que el de su novio; corrió rápidamente en dirección hacia el vehículo pero no pudo llegar hasta él, dos policías la detuvieron a escasos metros del auto destrozado, le dijeron que ahí no había nadie y le preguntaron a quién buscaba; con voz entrecortada por la agitación y la desesperación, dijo el nombre de su novio, quien era el propietario de ese auto destrozado, entonces los uniformados le dijeron que el muchacho que había tenido el accidente estaba siendo atendido por varios paramédicos en el lugar donde estaba la ambulancia.
Allí se dirigió la chica acompañada por uno de los policías que intentaba contenerla en su desesperación, pero en vano fue todo, cuando llegó al lugar, el cuerpo de su novio estaba inerte sobre una camilla, bañado en sangre y con la ropa totalmente rasgada. Los paramédicos se apresuraron a hablar con la muchacha diciéndole que habían intentado revivirlo pero nada pudieron hacer, el accidente había sido fatal.
Una multitud conmovida enmarcaba la dramática escena, la chica llorando sin consuelo, gritaba al viento cuanto amaba a su muchacho y lo que lamentaba su partida.
Entonces, abriéndose paso entre la complicidad de los espectadores, el novio de la chica se acercó con sus vendajes colgando, las manchas de sangre en el cuerpo y un ramo de rosas rojas entre sus manos, llegó hasta ella que se encontraba de espaldas, poniéndole una mano en el hombro la dio vuelta y le dijo mirándola a los ojos:
    -Amor, todo esto fue un simulacro, quise que sintieras por un minuto nada más lo que sería tu vida sin mí. Quería saber cuánto me amabas y elegir este momento para proponerte que nos unamos para siempre. ¿Aceptarías casarte conmigo?
La muchacha, apenas saliendo de su estupor gritó con toda alegría: “¡Estás vivo!”. Lo abrazó y  besó con desesperación, entre risas y lloros le dijo que lo mataría ella misma por lo que le había hecho. Volvió a besarlo y la respuesta a la pregunta de su chico fue un sencillo, pero efusivo: “Si, acepto”, lo que provocó que la multitud de testigos que los rodeaba estallara en un jubiloso aplauso.
© Tomado del libro "20.000 Palabras" (2013)

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